Perfecto para una escapada alpujarreña e invernal

Cuento y de hadas (y hechiceras), a los pies del mítico Veleta, por las alturas de la península, queriendo hacerse él también un tres mil, se halla Capileira, que comparte barranco, el de Poqueira, con los pueblos hermanos de Pampaneira y Bubión. Un pueblo que, por estas fechas, comparte color con la cumbre: el blanco. Sí, en Capileira podrás vivir una experiencia idílica muy invernal, de las de nieve y chimenea. Te contamos por qué tienes que viajar ya a este rincón al sur de Granada que tanto amaba Gerald Brenan. Por supuesto, lo incluimos en nuestra lista de los pueblos más bonitos de España. Como Frigiliana, Úbeda, Combarro, Sigüenza, Trujillo, Cadaqués o Albarracín.

 Capileira hay que ganárselo, por las curvas ascendentes que dibujan este paisaje y que siguen subiendo y subiendo hasta coronar el Mulhacén (3.478 m) y el Veleta (3.398 m), una tentación para los montañeros, con parada casi obligada en el refugio de Poqueira, a 2.500 metros de altitud. Lo de estas tierras arriba, aviso a navegantes, no es senderismo; es ya alta montaña, la nuestra. Te darás cuenta en cuanto te asomes al mirador sobre el barranco en el pueblo desde el que si hay suerte y el día es claro, se divisa África incluso. Estás entre Sierra Nevada y las sierras de Lújar y Gádor, en una tierra bendecida con barrancos, valles y desfiladeros. Y en el pueblo más luminoso…

Capileira es pequeño y parece de algodón (casi como Platero), pero está catalogado como conjunto histórico-artístico, porque se conserva tal cual y en semejante entorno. Más allá de las vistas y de las cumbres que te ampararán, del ambiente montañero y de la sensación de estar en las alturas, en este pueblo de la Alpujarra granadina (no hay que olvidar que hay otra almeriense) hay que prestar atención a la arquitectura tradicional. A sus casas encaladas, pero sobre todo a sus tejados planos que van dando forma a sus empinadas y enrevesadas calles en zigzag. Todo es muy árabe aquí, a la manera del Norte de África: las viviendas escalonadas, el sistema de regadío para hacer productiva esta agreste tierra de montaña, la gastronomía…

No todo iba a ser naturaleza. Capileira tiene su iglesia parroquial, que es del siglo XVII, con retablo barroco; su museo, que es también la casa de Pedro Antonio de Alarcón, dedicada a la vida y obra del autor de un libro de título inigualable, ‘La Alpujarra: sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia’ (1873); sus dos lavaderos públicos, muy lorquianos, que dejaron de usarse en los años 60; los terraos, planos con piedras, maderas y la típica launa (tierra azulada que tiene la virtud de ser impermeable), y los pintorescos tinaos, techados entre una casa y otra que crean un nuevo espacio de calle, el mejor de los refugios. Y agua, mucha agua.

No hace falta que toques el techo del Mulhacén, aunque la experiencia no se puede contar (hay que vivirla). Más cerca del cielo. Pero lo que es impepinable es que aquí hay que echarse al monte sí o sí. Así que te proponemos que te calces las botas de montaña y te dirijas sin más tardanza al punto de información del Espacio Natural de Sierra Nevada, que está en Pampaneira (Plaza de la Libertad). Allí te marcarán la ruta por el barranco de Poqueira, que sale justo de allí, entre bancales de cultivos, frutales, castaños y moreras. De esta manera llegarás a pie a Bubión y Capileira. Como Brenan. Un logro.

 Ya hemos hablado de Pampaneira y de Bubión, la tríada prodigiosa, y no hay que olvidarse de Lanjarón, famosísimo por su agua y su balneario, ademas de por ser la puerta de la Alpujarra; ni de Trevélez, que lo es por sus jamones serranos, y tampoco de Yegen, que es el pueblo que acogió al escritor Gerald Brenan, autor del imborrable ‘Al sur de Granada’. Además, cerca muy cerca está el fértil valle de Lecrín, el gran desconocido, que es un vergel de naranjos y limoneros, con molinos de harina, cortijos y castillos.

Sopa alpujarreña, papas a lo pobre, migas camperas, choto cortijero, gachas pimentonas o el puchero a la gitanilla. Todo sabe muy pero que muy auténtico. Podrás probar la comida de la zona (y más) en El Corral del Castaño, en pleno centro (Plaza del Calvario), o en La Tapa (Cubo, 6), el más pintoresco. Hay que dejarse guiar; también en estas cuestiones.

F: vanitatis

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